Antes de nada, y por si no conocéis el fenómeno del fanfic, os invito a leer este artículo que escribí hace unos meses donde lo explico y analizo la relación que existe entre el desprecio por este género y el hecho de que sea una producción artística que realizan mayoritariamente mujeres.
Para ponerlo en corto: los fanfics son obras derivadas de una obra original de los que no se tienen los derechos y que escriben las fans. Se trata de coger a unos personajes de un libro, serie o película y escribir una historia de tu propia invención con ellos. En general, el mundo del fanfic tiene unos tropos y unas características muy marcada, aunque eso no siempre es así, porque como existen tantas motivaciones para escribirlos como personas, el resultado es de lo más heterogéneo.
Yo llevo toda la vida escribiendo fanfics. Lo hacía incluso de pequeña, cuando no sabía que coger personajes que me gustaban y hacerles vivir mis propias aventuras era hacer un fanfic. Mi forma de escribirlos siempre había sido completamente anárquica: me obsesionaba con alguna serie, libro o videojuego, me ponía a escribir de forma compulsiva y colgaba la historia resultante dónde y cuándo podía. No lo hacía de forma metódica ni planificadas; al igual que hacía con mis propias historias, en realidad.
Pero todo esto cambió con el último fanfic largo que escribí, y por eso os quiero hablar de ello y de lo que he aprendido con esta experiencia.

Un camino a la luz es un fanfic sobre el universo Star Wars y nació en enero de 2018, después de haber visto Los últimos Jedi tres veces. Resumiendo, es una continuación del Episodio VIII. Cuando empecé a escribirlo, lo hacía como he hecho siempre: cuando podía y cuando tenía ganas. Por esa misma razón, cuando mi situación personal se desestabilizó alrededor del verano de ese año, acabé por abandonar la historia a la mitad, habiendo escrito 21 capítulos.
Sin embargo, después de que mi situación volviera a estabilizarse, a finales de ese mismo año, regresaron las ganas de dedicarme a esa historia. Así que decidí retomarla. Aunque esta vez quería hacerlo de un modo distinto al que había hecho antes, un modo más organizado, que no acabara desembocando en dejarla a la mitad porque mi situación cambiaba.
Siempre he sido una escritora de brújula, pero últimamente estoy experimentando con técnicas de escritora de mapa. Y lo cierto es que me están aportando muchísimo a mi técnica, porque, aunque sigo siendo muy caótica y dependo mucho de estados de ánimo y circunstancias personales para escribir, tener un horario o unos plazos que cumplir me obliga pasar un poco de las musas. Y aunque hay días en los que por más que me esfuerce las palabras no salen, crear una rutina me ha ayudado mucho a que cuando llega el momento de sentarme a escribir vaya con una predisposición positiva.
Para empezar, preparé una escaleta sobre cómo discurriría más o menos la historia hasta el final (algo que nunca había hecho). No era nada detallado, sino una serie de ideas generales sobre lo que ocurriría en cada capítulo. Por otra parte, empecé a actualizar los capítulos semanalmente y siempre el mismo día; algo que mantuve bastante bien, salvo por algunas excepciones por causas de fuerza mayor.
¿Y qué me aportó eso? Constancia.
Saber que cada semana tenía que publicar un capítulo nuevo me obligaba a organizarme con antelación suficiente para escribir y corregir. No se trataba de fijarme unas horas concretas, sino unos plazos. Así que tenía toda la semana para hacerlo, pero sin ataduras fijas. Ha sido una estupenda manera de combinar el caos (que es mi forma natural de crear) con la organización (que es la que me ayuda a seguir adelante).
A parte de todo eso, Un camino a la luz ha sido el primer fanfic que he traducido al inglés, bajo el título A Path to the Light.

Siempre he sido consciente de que el mundo del fanfic es muy anglocéntrico en cuanto a idioma se refiere. Casi toda la producción se hace en inglés (especialmente en el portal Archive of Our Own ) y por eso, si quieres ganar visibilidad, debes escribir en esa lengua.
Ese es el motivo que me llevó a traducir personalmente la historia: quería compartirla con el resto de la comunidad que no era hispanohablante. La única ayuda que he tenido al respecto ha sido la corrección y asesoramiento de una persona que me ha estado echando una mano de forma totalmente altruista durante los 30 primeros capítulos (y a la que estoy muy agradecida).
¿Y qué he sacado de todo esto?
En primer lugar, aprender a expresarme en inglés de un modo que nunca había conseguido. Al usar webs como Reverso Context y Linguee, en la que las traducciones están contextualizadas, he aprendido muchas expresiones que ni siquiera conocía. Y me doy cuenta de que cuando leo y escucho cosas en inglés, me resultan más fáciles de comprender que antes.
Por otro lado, también me ha ayudado a detectar carencias y tics en mis propios textos. Es sorprendente cómo puede llegar a cambiar un texto cuando está en una lengua distinta a la que lo has escrito. Es como si de repente todas las repeticiones, estructuras extrañas y párrafos innecesarios cobraran vida y te abofetearan en la cara. Estoy contenta de haber aprendido un poquito más sobre mi estilo y también de ver que uso demasiado la palabra sentir/percibir en mis textos, jeje.
Sin embargo, la lección más grande que he aprendido con todo esto es que en mi caso el esfuerzo no compensa.
No me malinterpretéis, ha sido una experiencia muy positiva en general. Y si no hubiese pasado por ella, volvería a hacerlo.
Pero yo no escribo directamente en inglés, lo que me ha supuesto un trabajo doble. Primero, he tenido que escribir las 90.000 palabras (¡una novela entera!) y después he tenido que traducir esas 90.000 palabras (de momento llevo 70.000). Algo que me va a llevar casi un año de trabajo y me hará perder un tiempo que no me reportará más que la simple satisfacción de saber que el resto del fandom que no lee en español pueda disfrutar de mi historia. Y es una satisfacción muy grande, pero no suficiente. Todo este tiempo que he dedicado a la traducción lo podría haber dedicado a escribir otro fanfic o una historia propia, que es lo que de verdad me gusta hacer. Además, yo no soy traductora, así que me supone un gran esfuerzo encargarme de esta tarea.

Me encanta la posibilidad que brinda Internet y el mundo del fanfic en inglés de conectarnos a todas las fans a nivel mundial, sin importar nuestra procedencia y la lengua que hablemos de forma habitual, para compartir nuestra pasión por una misma historia. Pero el tiempo del que dispongo quiero dedicarlo a escribir, no a traducir. Y ojalá hubiese un modo más fácil de romper la barrera del idioma para poder compartir esas historias sin tener que pasar por el inglés. Pero yo, por el momento, me contentaré con mis lectoras en español.
Deja una respuesta